miércoles, 11 de febrero de 2015

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Hay un antes y un después, un dormir y un despertar, sosegado o inquieto e impregnado de sentimientos que chocan entre sí. Las personas somos eso... solo personas. No podemos pedir ni esperar nada de alguien cuando en tantas ocasiones nos defraudamos a nosotros mismos. Pero es peor defraudar a defraudarte, decepcionar a decepcionarte y entonces intentas seguir por ese delgado filo que existe entre lo lógico y lo incongruente, lo racional e irracional, miles de pensamientos dando vueltas en tu cerebro, queriendo dar una explicación a lo sucedido, suavizar tantas situaciones dolorosas e incomprensibles que no logras controlar, y de repente un día, abres los ojos y te das cuenta de la simple realidad y es en ese momento cuando los sentimientos se vuelven a encontrar y te debates entre la idea de dejarlo para siempre o intentarlo un poco más. ¿Dejar que?
No es tan fácil acabar con situaciones que no nos hacen felices en muchas ocasiones, no es fácil porque arrastrarían a su paso otras tantas cosas que valoramos positivamente. El balance es difícil e inexacto, los resultados probablemente tampoco serían los deseados, en definitiva, seguimos inmersos en medio de una gran duda, con el corazón tocado y la impotencia a flor de piel.
Siempre hay dos perspectivas de una misma situación, la misma imagen se transforma para dejar atrás nuestros malos sueños.
                               
                                       ESBOZOS DE UNA HISTORIA COTIDIANA
  
¡Qué suerte tengo! Pensó Moira aquel día que caminaba junto a su amiga hablando y bromeando de esto y aquello. Estaba muy feliz porque en aquel momento pensaba, de hecho lo pensó durante mucho tiempo, que aquello que esa amiga le ofrecía era puro y real y seguramente nadie más podría dárselo de la misma forma que Marta lo hacía.
Pasaron años en los que la unión se fortaleció. Moira sabía los puntos débiles de su amiga, lo que le preocupaba  e insatisfacía y siempre trataba de darle fuerza moral y todo el apoyo del mundo. Moira a su vez, capeaba sus problemas como podía, y siempre hubo uno que le trajo más de cabeza que todos los demás. Eran días de subidas y bajadas, de tormenta y de calma, con la seguridad y la constancia que siempre podría contar con su querida amiga Marta.
El primer bofetón de realidad lo recibió Moira cuando Marta tuvo un problema, digamos serio, y que a pesar de no pensar igual que ella, trato de verlo desde su punto de vista para poder empatizar de forma natural con Marta. Moira le pidió a Marta que se mojara en el asunto y así lo hizo. A partir de ahí todo empezó a cambiar, Marta no supo enfrentarse de una forma natural a su amiga discutiendo sobre el tema, a partir de ese momento las reacciones de Marta cambiaron con respecto a Moira, incluso cuando el problema en sí había desaparecido. Los atisbos de gestos inadecuados hacía ella se hicieron cada vez más notables, rozando a veces con el desprecio. Pero seguían pasando los días y los meses...

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